martes, 20 de agosto de 2013

Almejas

Buscando este verano algunas lecturas más relajadas que las que solemos afrontar en otros tiempos me he encontrado con un libro de Alvaro de la Iglesia, uno de los clásicos escritores de humor del siglo XX, hoy casi olvidado. Su título "En el cielo no hay almejas".

 

Es un libro de 1959, compuesto por unos relatos cortos que desgranan todo el humor y la ironía de su autor, un periodista y escritor que, entre otras cosas, dirigió "La Codorniz", ese semanario satírico que debía ingeniárselas para hacer humor y crítica social burlando la censura de la dictadura en la España del franquismo por la que algunos (increiblemente jóvenes) todavía suspiran.

Los relatos del libro están repletos de metáforas y dobles sentidos y contienen reflexiones sobre la sociedad y sobre la condición humana más profundas de lo que pudiera parecer a primera vista. Si tenéis oportunidad de leerlo, no dudéis. Pasaréis un buen rato y os hará pensar un tanto.

Pero no es de este libro ni de su autor de quien quería hablaros, sino de lo que me ha sugerido su cuentito sobre las almejas.

Las almejas son eso, almas pequeñas y despreciables. Suelen poseerlas las personas egoístas, viles y abyectas, incapaces de hacer el bien nada más que a sí mismas.

Almejas poseen estos gobernantes nuestros a los que no les tiembla la mano para recortar partidas sociales.

Almejas poseen los que justifican y defienden estos recortes en dependencia, en protección social a los desfavorecidos, en políticas de igualdad o preventivas...

También tienen almejas toda esa pléyade de políticos que anteponen sus intereses particulares y la pervivencia en sus cómodos cargos al bien común y al interés colectivo.

Almejas tienen, al final, todos los que consienten estas políticas que estamos sufriendo de recortes de derechos sociales, humanos, y de ataque a las clases más pobres y desfavorecidas.

A veces, a los dueños de esas almejas les llamamos "desalmados", o "gente sin alma".

Nada tienen que ver estas almejas con las almas nobles, grandes y transparentes, que también poseen un buen número de gente. Estas almas transmiten justicia, solidaridad y compromiso. Honradez, trabajo compartido. Y humildad.

Almas como las que poseen algunos políticos, que se atreven a comprometerse en política en estos tiempos de descreimiento con la ilusión de mejorar las condiciones de vida de sus conciudadanos y sin anteponer a ello sus sueldos, dietas o compensaciones.

Almas como las que tienen las personas que creen en los seres humanos por encima de toda condición. Que creen en la igualdad por encima de todo y que la dignidad de las personas está más allá de su raza, de su orientación sexual o de su lugar de procedencia.

Almas como las que tienen todos aquellos que defienden que todas las personas tienen derecho a un trabajo, a una vivienda y a unos medios de vida dignos, pero que no se quedan en proclamarlos... Las almas grandes se mojan y se ensucian haciendo cosas concretas para conseguirlo.

Hoy, en estos tiempos de lucha donde se hacen bandos con tanta facilidad, yo propongo una confrontación más. Las almas nobles contra las almejas.


2 comentarios:

  1. Qué gracia Pedro, yo leí hace muchos años "todos los ombligos son redondos" del mismo autor y me gustó mucho. Ese tipo de literatura me encanta...

    Las almejas son malas pero los salmones son buenos, luchan contra corriente, no como los percebes, eso dice Rosa María Artal. Seamos pues salmones, o su hermanillo pequeño, el salmonete (de Almería, of course) que se esconde entre las rocas cuando llega el PPescao malo y luego sale el tío tan campante...

    ResponderEliminar
  2. Gracias Belén, por comentar. Tienes razón, ser salmonete es una buena opción. Y coincidimos en esta literatura: Mihura, Jardiel, Laiglesia..., parecen ligeros pero tienen más miga de la que parece.

    ResponderEliminar

Gracias por comentar.