jueves, 8 de agosto de 2013

"Me he equivocado..."


El perdón es algo muy complejo, que a veces se simplifica demasiado. Cuando eramos niños y hacíamos algo mal o algún daño a alguien, pedíamos perdón y ya estaba todo arreglado. Podíamos pasar a otra cosa, aliviados, sin culpa y tan amigos.


Pero de mayores la cosa no es tan fácil aunque como digo, quisiéramos que lo fuera. En mi trabajo me encuentro frecuentemente con personas que han dañado a otras, a veces con la palabra, otras por inacción, y habitualmente con violencia de diversas formas.

 En algunas ocasiones puedo presenciar cómo los agresores intentan pedir perdón a las víctimas. En algunas de ellas esa petición de perdón se queda en un pseudo-reconocimiento del error cometido, lo cual no es sino una nueva agresión a las víctimas.

Para que pueda darse el verdadero perdón (que es un derecho de la víctima y no algo automático consecuencia de la actuación del agresor) el reconocimiento tiene que ser auténtico y genuino. Sólo así es útil y agresor y víctima pueden comenzar a avanzar hacia la resolución de la situación.

Porque este reconocimiento ("te he hecho daño"), no es sino el primer paso. El siguiente es la exoneracion de la víctima, esto es, la compensación, la reparación, el alivio... ("qué puedo hacer para reparar el daño que te he hecho"). Esta exoneración debe partir del agresor también, pero la sociedad y la justicia serán necesarias para que sea completa.

Una vez que la víctima ha recibido el reconocimiento y ha obtenido la reparación a través de la exoneración, es el momento de que el agresor pueda pedir perdón, que en ningún caso será exigible a la víctima.

Os cuento brevemente estas reflexiones profesionales porque todas ellas han venido a mi cabeza con la última comparecencia del Presidente del Gobierno ante el Pleno del Congreso de la Nación. Independientemente del análisis político que pueda realizarse, a mí toda la explicación del Presidente me ha parecido todo un ejemplo de pseudo-reconocimiento.

Comparece y reconoce un error, pero niega ninguna responsabilidad en los hechos. Recientemente leía los distintos tipos de negación posibles que utilizan los padres abusadores y maltratadores (*). Para negar su participación en los hechos de los que se les acusa, éstos utilizan diversos tipos de negación que representan distintos grados de dificultad para los profesionales.

Estos niveles son el de negación de los hechos ("no es verdad"), negación de la conciencia ("yo no sabía nada, por tanto no soy responsable de nada y no hay nada más que entender"), negación de la responsabilidad ("la culpa es de otro") y negación del impacto ("tampoco es para tanto, no es tan grave").

Creo que, en una medida u otra, nuestro Presidente ha utilizado todos estos niveles, con lo cual ese reconocimiento se ha quedado en una nueva agresión, que creo que se podría haber ahorrado.

Algo bastante diferente a lo que hizo nuestro Rey hace unos meses, en el famoso episodio de la caza de elefantes. No es que sea tampoco santo de mi devoción, pero he de reconocer que, al menos en este episodio, (y echando en falta asímismo la reparación), el reconocimiento pareció genuino. Un pequeño paso que, viendo como se comportan todos nuestros políticos, cada vez me parece más importante.

(*) Conceptualización de Trepper y Barret, 1989, en "Malos Padres" Stefano Cirillo. Ed. Gedisa. Barcelona 2012. Pgs. 52 y ss.

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