domingo, 9 de octubre de 2016

Curanderos



Vaya por delante que no quiero herir la sensibilidad de nadie,  pero estoy harto de los curanderos sociales. Gente sin ninguna formación, y a veces con ella, que se permite aconsejarte cómo resolver tal o cual problema social (tanto los globales como los individuales) al tiempo que te recrimina por qué no has aplicado esa solución tan evidente, que ellos han descubierto cual piedra filosofal y a tí te había pasado inadvertida.


 

     No sé a vosotros, pero a mí me pasa a menudo. Por mi lugar profesional ocupo una posición compleja, en una intersección entre usuarios, políticos y población general, así como entre diferentes instituciones tanto públicas como privadas, que no siempre tienen los mismos intereses ni capacidades.

     Armonizar todo este entorno para una acción social eficaz ocupa gran parte de mi trabajo y energías.

     Cada vez que nos enfrentamos en nuestro centro a una demanda o problema, (bien de una familia, de una institución, de un grupo o de la comunidad en general), abordamos un problema complejo, con muchas variables y sistemas implicados que hay que analizar y diagnosticar con cuidado, para que la intervención tenga sentido y se pueda lograr una solución eficaz al problema.

     Ello, naturalmente, requiere de un proceso en el que el tiempo y el diálogo van a ser algo muy importantes.

     Pues bien, durante este proceso solemos encontrar con demasiada frecuencia voces que comienzan a opinar cómo habría que resolver el problema. Yo les llamo curanderos. Y como éstos para las cuestiones de salud, los curanderos son algo muy dañino en lo social. Empeoran el problema y a veces sin remedio. Yo he visto algunos destrozos de difícil recomposición.

     En ocasiones son gente con escasa o ninguna formación en cuestiones sociales (un político, otros profesionales, algún vecino…). Suelen lanzar mensajes de forma indiscriminada del tipo: “lo que habría que hacer es…” o “no sé por qué no se ha hecho esto todavía…”.
     
     Al principio podría pensarse que sólo son gente bienintencionada que quieren solucionar el problema. No os dejéis engañar. Los curanderos nunca son altruistas. Persiguen sus propios intereses, no los de quien tiene el problema, que en el fondo suelen importarles bastante poco. Si a los curanderos en cuestiones de salud suele motivarles el dinero a éstos les suelen motivar otros intereses: el poder, el prestigio, el saberse “buenos”…

     Lamentablemente, no encontramos curanderos sólo fuera de nuestra profesión. Abundan también dentro de la nuestra y afines. En este caso, sin apenas datos y sin conocer el contexto de la intervención suelen criticar la actuación del colega, más o menos explícitamente.
 
      Sabios como ninguno, a veces te derivan el problema con el diagnóstico y la prescripción hechos, otras veces se limitan a criticar tu intervención. Como los anteriores, no le motiva la resolución del problema, aunque pudiera y pretendan parecerlo. Su motivación, además de las anteriores, suele estar relacionada con el mantenimiento de su “statu quo” laboral o directamente con el medro profesional. El colega, el problema y quien lo porta son secundarios.

      En el fondo, no son sino una forma de intrusismo que difícilmente podemos combatir. Como muchos de los parásitos, procuran pasar inadvertidos mientras van alimentándose y produciendo sus efectos patógenos.

       Wang, que conoce muy bien a los curanderos, pues abundan en su país, me dice que si no se está preparado, son muy difíciles de identificar y de distinguir de los profesionales útiles y honrados.

       Y que lo digas, amigo, y que lo digas…

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