lunes, 7 de noviembre de 2016

De lo nuevo y lo viejo



En dos de mis entradas anteriores, compartí un par de imágenes sobre lo que hemos venido en denominar “enfoque de derechos” en la intervención social, tan de moda en estos momentos. Con la metáfora del corral y el diálogo de besugos he intentado representar algunas dudas y claroscuros con los que, a mi parecer, se ha desarrollado este modelo. Hoy voy un poco más allá y, a pesar del refrán, le pongo unas palabras.


Muy resumidamente lo que pretende este enfoque es centrarse en los beneficiarios como titulares de derechos, y no como receptores de acciones asistenciales. 

Es un enfoque que, en sus elementos teóricos, no tiene apenas discusión. Otra cosa es su pragmática.

En las concepciones tradicionales, basadas en otras nociones, (como por ejemplo la de necesidad), se generaban dialécticas que vamos a llamar “verticales”, en las cuales el sujeto era evaluado en su situación por un profesional al que discrecionalmente correspondía la prescripción de un recurso de entre los disponibles para solucionar los problemas diagnosticados en dicha situación.

Esta verticalidad y los juegos de poder inherentes a la misma eran fuente de no pocas complicaciones, (discrecionalidad vs. desigualdad; función de control social y otros que no vamos a desarrollar) que pretendieron solucionarse implementando otros enfoques, entre los cuales el enfoque de derechos sociales que estamos analizando se ha terminado imponiendo.

De tal manera que venimos asistiendo a una progresiva expansión del mismo, que poco a poco ha ido colonizando todo el lenguaje profesional, hasta el punto que se han sustituido conceptos y denominaciones tradicionales (prestaciones, servicios sociales, recursos…) por otras como derechos sociales, derechos de ciudadanía…

Por otro lado se están sustituyendo términos profesionales como valoración, o prescripción, (que situaban el poder en el profesional) por contenidos como evaluación, o elección, (donde el poder se transfiere al ciudadano) con los que parece que nos encontramos más cómodos.

El desplazamiento del foco del profesional, (central en las concepciones clásicas), al sujeto protagonista definido en el enfoque de derechos hace que se haya prestado una especial atención a las cuestiones relativas a la participación, una práctica y un concepto imprescindible en este enfoque.


El problema surge, como digo, en su desarrollo. Implantar este modelo no es la sencilla tarea de definir y denominar algunas cuestiones como derechos sociales. Se trata de sustituir unos conceptos por otros, unas prácticas profesionales por otras, reformar en profundidad unos marcos legislativos y reorganizar unos presupuestos que tradicionalmente han venido dedicando pocos recursos a lo social. Y todo ello en un marco social en el que los derechos humanos están siendo cuestionados y sacrificados en aras de la religión, la seguridad o el mercado.


No es por tanto tarea fácil, y así nos encontramos con una mezcla de modelos, conceptos, prácticas y normativas en las que conviven bastante confusamente diferentes maneras de entender y desarrollar la intervención social.

Lo cual genera no pocas contradicciones. Por ejemplo se definen prestaciones como derechos sociales y para ejercerlos (conseguirlas) se exigen tantas condiciones y se ponen tantas trabas que el asunto queda casi exclusivamente en manos del azar. Bajo la denominación de “garantía de derechos” encontramos auténticas loterías.  O pretendemos garantizar con instrumentos inadecuados (como las rentas mínimas, sin ir más lejos…) unos derechos sociales exigiendo unas contraprestaciones que los contradicen.

Creo que todavía falta mucho para que en la práctica se consolide este enfoque de derechos sociales. Y también que se está comenzando a quedar obsoleto. Creo necesario un nuevo enfoque, aún no conozco ni intuyo bien por dónde podría ir, que dé respuesta de verdad al verdadero reto de cualquier comunidad: que todas las personas puedan vivir en ella con dignidad, independientemente de sus circunstancias.

Cosa que hasta ahora, a pesar de tantos modelos, no hemos conseguido.

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