viernes, 30 de marzo de 2018

Quo vadis?

Quo vadis es una frase latina que significa "¿Adónde vas?", famosa entre otras cosas gracias a la película que con motivo de estas fechas de Semana Santa se proyecta en televisión todos los años.


Así que vamos a aprovechar el contexto y vamos a reflexionar un poco sobre la pregunta que contiene la frase, naturalmente aplicada a nuestro sector, los Servicios Sociales, o más bien el Sistema Público de Servicios Sociales, un sistema que me parece que no está reflexionando lo suficiente hacia donde va. Y como dice el viejo consejo, "si no sabes a donde te diriges, acabarás en otra parte". 

Surgen estas reflexiones al hilo de algunos comentarios recibidos con motivo de mi última entrada, sobre la situación histórica y el fracaso en el devenir de nuestro sistema, y al calor de alguna sugerencia que Fernando Fantova nos hace en uno de sus últimos artículos "Por una industria 4.0 de los servicios sociales"   en el que, ante el incremento de las necesidades derivadas de la diversidad de la población y ante la crisis de las familias y la comunidad para brindar los cuidados y apoyos primarios necesarios, propone "entreverar dinámicamente actividades profesionales de alto contenido relacional con procesos automatizados de control de situaciones y respuesta a necesidades", apoyandose para ello en las oportunidades de la era digital.

Sin duda es un reto para el Sistema, aunque me parece que antes de desarrollar estas prácticas tiene que resolver otras preguntas, como por ejemplo ¿a qué se quiere dedicar?, lo cual tiene que ver de nuevo con lo indeterminado y confuso de nuestro objeto. Desde el "enfoque de derechos" en la intervención social, que se ha extendido sobre todo en la última década, la respuesta a la pregunta está clara: el sistema ha de garantizar los derechos sociales de los ciudadanos. Y desde ahí sólo un fuerte desarrollo tecnológico puede garantizarlo.

El problema vuelve a ser de definición ¿qué es un derecho social y qué no lo es?, así como la pragmática que hay que implementar dentro del sistema. Ya hablé de ello en unas entradas de hace un par de años y que resumí en "De lo nuevo y lo viejo", por lo que no reiteraré las reflexiones que allí hacía. Podéis consultarlas si queréis. 

En todo caso, creo que el futuro pasa por diferenciar claramente la baremación y evaluación de las condiciones para el acceso a recursos, del resto de las situaciones objeto del sistema para las cuales es necesario un diagnóstico profesional más complejo. 

Para las primeras, ese futuro se ha de concretar en plataformas y apoyos que permitan a los ciudadanos un rápido y autogestionado acceso a los recursos. Del mismo modo que en la actualidad hay productos y servicios que antes requerían un contacto relacional entre un profesional y un ciudadano y que ahora se gestionan en plataformas digitales (desde la planificación de un viaje hasta la declaración de impuestos o una trasferencia bancaria, pongo por caso) no tiene que estar lejos el día que los propios ciudadanos podamos acceder a la mayoría de prestaciones y servicios que hoy se gestionan en el Sistema de Servicios Sociales (desde la gestión de una plaza de alojamiento residencial o una prestación económica cuando carecemos de ingresos, por ejemplo).

En cuanto a las segundas, requerirán de equipos interdisciplinares altamente capacitados para gestionar los aspectos relativos a las vicisitudes de la convivencia en sus diversas formas. Quedarán en este nivel las situaciones derivadas de conflicto, violencia, exclusión o incapacidad en lo que afecten a la convivencia familiar o comunitaria.

Domine quo vadis? (1602) by Annibale Carracci
Naturalmente, dado que el Sistema hoy está orientado básicamente a las primeras, dedicandose prioritariamente a la verificación de los requisitos que los ciudadanos han de cumplir para acceder a los recursos, caminamos hacia una fuerte "reconversión industrial", caracterizada sobre todo por la desaparición de múltiples puestos de trabajo de tipo técnico (que realizan fundamentalmente esa verificación) y la creación de algunos de tipo tecnológico y de servicios.

El Sistema tal y como lo conocemos ha de transformarse profundamente. Hay que definir claramente las situaciones objeto del sistema y su nivel de atención y rediseñar las estructuras con las que se abordan. El ahorro en profesionales de gestión ha de invertirse en estructuras tecnológicas, con especial atención a las que permitan evaluar el impacto de las políticas. 

Puede que haya a quien le cueste imaginar este futuro hacia el que caminamos. Pero este se construirá en torno a las claves que comienzan a apuntarse y coherentemente con los valores e ideología dominantes. Estas claves son: 
  • definición de qué derechos sociales (o qué necesidades, en lenguaje arcaico) va a garantizar la sociedad a sus ciudadanos.
  • implementación de plataformas tecnológicas que permitan a los ciudadanos ejercer esos derechos, de un modo individual y garantizando la máxima confidencialidad y autodeterminación.
  • desarrollo de servicios de iniciativa mercantil y social dedicadas a prestar dichos servicios.
Por tanto, ese es el lugar hacia donde vamos. Basicamente hacia la desaparición del sistema tal y como lo conocemos. Su confusión e ineficacia lo ha hecho prescindible.
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En cuanto a la alocución latina que han sugerido estas reflexiones, cuentan que se atribuye apócrifamente a San Pedro, quien huyendo de Roma para no ser crucificado se encontró con Jesús cargando una cruz en la Vía Apia y le preguntó: ¿Quo vadis, Domine? ("¿Adónde vas, Señor?"); el Señor le respondió: Romam vado iterum crucifigi ("Voy hacia Roma para ser crucificado de nuevo").
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Lo cual me parece una digna forma para que muera nuestra sistema. 



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