domingo, 22 de diciembre de 2013

Dura Navidad

Pues nada. Llegó la Navidad, lo cual entre otras cosas significa que se acaba el año. Y cuando algo se acaba es conveniente mirar un poco atrás para repasar qué ha sucedido y con esa mirada, prepararnos para encarar lo nuevo que va a comenzar.


Imagen en partido.marianistas.org
La Navidad es un tiempo extraño. Hay personas que las esperan con alegría y entusiasmo y otras que preferirían borrar estas fechas del calendario. Particularmente no tengo demasiada predilección por las mismas, pero tampoco me generan especial rechazo. Tienen pros y contras, como todo, y muchas de las cosas dependen básicamente de cómo las encaramos.

Yo suelo aprovechar algún espacio en Navidad para evaluar lo que ha sido el año. Aprovechando el paréntesis que las fiestas producen en el trabajo cotidiano, me resulta más fácil hacerme unas cuantas preguntas sobre lo que ha sucedido en él. No se trata de una evaluación exhaustiva, como tenemos que hacer en el trabajo, con los proyectos o la planificación que hemos desarrollado. Es algo más general. Algo así como una mirada reflexiva, casi a nivel de sensaciones. No es algo muy sistemático como os digo, pero a mí me sirve.

Pienso pues dedicar algunos espacios a realizar esa reflexión, pero os adelanto mis primeras impresiones. Tengo la sensación de que hemos llegado al final de año un poco cansados. Por lo menos yo. Ha sido un año bastante duro. Para los que nos dedicamos a trabajar las problemáticas sociales están siendo tiempos bastante complicados, donde la incertidumbre y la desesperanza por momentos se han apoderado de nosotros.

Ha sido difícil observar cómo todo se ha ido deteriorando cada vez más, cómo la desigualdad y la pobreza han aumentado mientras los derechos y la protección social han sufrido unos brutales e inmisericordes recortes. No ha sido fácil ver a personas concretas afectadas por toda esta situación, poner rostros y situaciones específicas a las consecuencias de esta política social que nos están imponiendo.

Desde el Trabajo Social y en los servicios sociales estamos acostumbrados, por decirlo de algún modo, a presenciar situaciones de sufrimiento y malestar. Pero ahora la sensación es diferente. Una de las cosas que caracteriza a nuestra intervención es la confianza en que estas situaciones pueden superarse. Y eso es algo que ahora nos cuesta mantener. Porque están causadas por unas políticas concretas, ejecutadas mediante una cruel planificación que sólo pretende desmontar el Estado de Bienestar y obtener beneficio económico por encima de las personas, sin importarle el sufrimiento causado. Políticas que nos han llevado a situaciones que nunca pensamos que pudieran llegar.

Cansancio y desesperanza. Esas son dos de las sensaciones con las que termino el año. La tercera es una mezcla de incertidumbre y miedo. Porque creo que la situación no va a mejorar. Porque la sociedad no está encontrando las fuerzas y las formas eficaces para oponerse a tanto desalmado.

Menos mal que por todo el territorio hay personas y profesionales comprometidos, como nuestra compañera Virginia Tovar,  a la que desde aquí le doy las gracias por su compromiso (no os perdáis su intervención en el Programa "La sexta columna"). Ellos nos enseñan que, a pesar de todas las dificultades, hay que seguir luchando y denunciando, exigiendo cambios en esta política social que los engolados e insensibles gobernantes actuales están aplicando por doquier.

Por eso encaro el año que va a comenzar con el propósito de no dejarme llevar por los sentimientos con que he acabado el mismo. Desde mi pequeño rincón personal y profesional pienso seguir denunciando las tropelías que se están cometiendo. Voy a intentar participar en las iniciativas colectivas que se opongan a las mismas. Voy a intentar realizar mi trabajo y desarrollar mis proyectos cada vez mejor, con más calidad, más profesional, más comprometido y más respetuoso.

Mientras, a modo de felicitación navideña, Wang y yo os dejamos con estos versos de Sabina en la canción "Noche de bodas", que nos parecen unos buenos deseos para el duro año que nos espera.

Que no se ocupe de tí el desamparo
que cada cena sea tu última cena,
que ser valiente no salga tan caro,
que ser cobarde no valga la pena.

Que no te compren por menos de nada,
que no te vendan amor sin espinas,
que no te duerman con cuentos de hadas,
que no te cierren el bar de la esquina.


Lo dicho. Feliz Navidad y hasta la próxima.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Gente incompetente

Estoy harto de que los políticos que nos gobiernan escondan sus aviesas intenciones, y mientras dicen defender a las personas y unos valores y derechos para el progreso social, realicen unas políticas que van justo en la dirección contraria. Por eso se agradece que, de vez en cuando, algún político deje bien a las claras su argumentario. Como el Consejero de Bienestar Social del Gobierno de Aragón, que lo acaba de dejar bien claro en su última comparecencia.



Os cuento lo que ha dicho el amigo. Nada menos que en las Cortes de Aragón y en contestación a una interpelación sobre el incremento de la desigualdad en la sociedad aragonesa, afirma que "no es ámbito de mi competencia la reducción del empobrecimiento, ni la lucha contra la desigualdad". Podéis leerlo aquí.

Es como si el director de un colegio dijera que no es de su competencia la educación de los alumnos o que el director de un centro de salud dijese que la mejora de la salud de su población no es de su incumbencia.

Cuando se lo he contado a Wang no se lo podía creer. Bastante dificultades tiene el pobre para entender lo que yo le cuento sobre los servicios sociales, para que venga el principal responsable político en Aragón de los mismos con semejantes afirmaciones.

Con estas manifestaciones este consejero deja claro que no tiene idea sobre lo que son los Servicios Sociales y a qué tiene que dedicarse un Departamento de Bienestar Social. Triste, pero cierto. Pero es que para la gestión que tiene que hacer, no es necesario que lo sepa. Tanto a él como a los políticos que lo han colocado ahí, les importa bien poco todo esto del Bienestar Social y los Servicios Sociales. Lo consideran un gasto inútil, fruto de una política social anticuada. No creen en el Estado de Bienestar y su único interés es desmontarlo.

Así entendemos que haya sido nombrado Consejero de Sanidad y Bienestar Social una persona como ésta, sin ninguna experiencia previa en esta materia. Podéis consultar su biografía oficial aquí. Se trata de un economista con experiencia en comercio y turismo, sin ninguna relación con las ciencias sociales o sanitarias. Así nos va.

¿Recordaís esos juegos de construcciones donde había unas piezas de madera que se colocaban unas encima de otras? El juego consistía en ir quitando una pieza tras otra sin que la estructura que se había apilado se cayera. 

Pues esa es la política que está ejecutando este Consejero. Se trata de coger el Sistema Público de Servicios Sociales e ir quitándole piezas. Y en esto, como economista, es un experto. Reducir el gasto, detraer recursos sin que la estructura se caiga del todo. Pero dejándola llena de agujeros, totalmente tambaleante e inestable. Agujeros en los que montones de personas (dependientes, inmigrantes, personas en situación de exclusión, menores en riesgo, discapacitados...) ven reducidos sus derechos y negadas sus necesidades. Pero no importa. Ya sabéis que en el concepto que tienen sobre la sostenibilidad del sistema ésta queda por encima de las personas a las que tiene que atender.

Como suelen expresar muy graficamente en el mundo sanitario: "la operación fue un éxito; ¿el paciente?, falleció." 


En materia de bienestar social este Consejero debería al menos leerse la Ley de Servicios Sociales de Aragón que se aprobó en 2009. No voy a ser exhaustivo, pero le recomiendo que lea por ejemplo el Artículo 2, sobre los objetivos de las políticas de servicios sociales, y en concreto el punto c).

"Contribuir al desarrollo humano, asegurando el derecho de los ciudadanos a vivir dignamente durante todas las etapas de su vida, y a la vertebración del territorio de Aragón, favoreciendo la generación de riqueza y de capital social."

¿No es ésto lo mismo que reducir el empobrecimiento, para lo cual el Consejero se declara incompetente?

O en materia de desigualdad, que bien podría aprenderse el Artículo 5, d) sobre los principios rectores del sistema de servicios sociales.

Equidad: Los poderes públicos llevarán a cabo una política redistributiva basada en criterios de equidad entre las personas y los grupos sociales, superando las diferencias de carácter personal, social y territorial.


¿No es lo mismo que luchar contra la desigualdad, de la cual el Consejero hace gala de que no le compete?

Wang lo tiene bien claro. Este Consejero desconoce la Ley de Servicios Sociales de Aragón. Yo no estoy de acuerdo. Lo que ocurre es que no sabe nada de la materia que gestiona e identifica los Servicios Sociales con gasto inútil, perfectamente sustituible por mecanismos de beneficencia.

En fin, decía Woody Allen que "Dios es, o bien cruel, o bien incompetente". Sirva la frase para este Consejero. Él ya se ha definido como incompetente. No seré yo quien le contradiga. 

Yo no sé a vosotros pero a mí, además de incompetente, me parece cruel.
 

jueves, 12 de diciembre de 2013

Un cuento (chino) de Navidad

Busco de vez en cuando, por la red y los períodicos, alguna buena noticia que me alivie un poco el espíritu, que me traiga un poco de esperanza e ilusión entre tanta desgracia, recorte y malestar con el que trabajamos y que nos envuelve a diario.


Oriental puppet, www.flickr.com
Y en esas estaba el otro día, cuando Wang llama mi atención sobre una noticia de su país. Curiosamente, un ciudadano apellidado igual que él (me aclara que es un nombre muy común por allí), ha protagonizado una historia que, ciertamente, tiene algo de esperanzador, aunque también de lo contrario. Os explico.

Resulta que el homónimo de mi amigo, podéis leer la noticia aquí, un hombre de 53 años, ha pasado más de veinte viviendo en una alcantarilla y con todo tipo de privaciones para poder pagar la educación de sus tres hijos. Según cuenta la noticia, el hombre se había arruinado como consecuencia de las multas que tuvo que pagar al haber infringido la ley de hijo único con la que China intenta frenar su superpoblación desde los años 70.

La verdad es que no sé si esta historia que me ha señalado Wang es verdad o sólo es un "cuento chino", nunca mejor traído. En internet circulan habitualmente noticias bastante tergiversadas. En todo caso, cierta o no, es una noticia que me ha traído sensaciones contradictorias.

No cabe duda de que tiene tintes dramáticos. Una ley y una política que se aplica por encima de los ciudadanos y que les limita en algo tan íntimo y personal como la decisión de tener descendencia. Hasta el punto de que no duda en dejar en la indigencia a un hombre, y por tanto, a su familia. Desconozco la realidad de aquel país, (y eso que Wang lo intenta...) pero imagino a sus autoridades apelando al bien común y a la sostenibilidad de su población y su economía para aplicar la ley con tanta dureza.

No puedo evitar pensar en muchas analogías con la situación en nuestra sociedad. Unas políticas y unas leyes por encima de los ciudadanos. Unos gobernantes aplicando con dureza recortes y limitaciones de derechos apelando a la sostenibilidad y al bien común, aunque eso signifique condenar a la miseria y al sufrimiento a muchos ciudadanos. ¿Os suena, verdad?

Pero por encima de todo este dramatismo a mí la noticia me ha hecho reflexionar en la capacidad de superación del ser humano. Me imagino a este hombre, comprometido en sus recursos para sacar su familia adelante, desesperado... Me pregunto qué pensaría cada noche, cuando se acostase lejos de sus hijos, esperanzado en que su sacrificio sirviese para que ellos tuviesen un futuro mejor. Me imagino a estos niños sin entender nada, echando en falta a su padre, probablemente estigmatizados y viendo a su madre entristecida, insistiendoles en la importancia de los estudios.

Se me va la imaginación y le pongo cara a este hombre. La de otros padres y madres (muchos inmigrantes que he conocido estos años, por ejemplo) sacrificados hasta el límite para darles un futuro a sus hijos. Un futuro que a ellos se les negó.

Este cuento chino me habla de todo eso. De padres y madres comprometidos, de amor y sacrificio. Por eso me parece una buena historia. 

Por eso me parece un buen cuento (chino, naturalmente) para esta Navidad.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Lo difícil de lo fácil

Si alguna entrada me ha costado publicar es ésta que voy a compartir con vosotros ahora. Os cuento mis reflexiones sobre la lamentable noticia que ha conmocionado a mi pueblo, en el que el cura de la parroquia se ha visto envuelto en unos oscuros asuntos y ha sido acusado de varios delitos.


El juicio final (1570) de Marten de Vos (1532-1603)
Es una noticia de la que me duele hasta reflexionar. Me enfada, me da rabia, me entristece, me apena, me desconcierta y me llena de desesperanza. Casi me avergüenza escribir sobre ella. Pero no puedo evitar el comentarla, hay algo que hace que me sienta comprometido a ello. Además, creo que lo que voy a decir puede resultar incómodo para algunas personas y temo que se malinterpreten mis palabras y/o generar algún desagrado. Pero siento que debo hacerlo.

La noticia, que seguramente habréis conocido, se resume más o menos en que este párroco ha sido acusado de apropiarse indebidamente de unos fondos de la parroquia para dárselos a unas familias que él consideraba que los necesitaban y con las que además parece que estaba envuelto en una serie de amenazas y extorsiones en torno a unos supuestos acosos o favores sexuales.

Con todas las reservas que el desarrollo de la información en estas noticias tiene, llenas de claroscuros, quiero señalar algunos aspectos que me han golpeado especialmente.

Primero me referiré al tratamiento mediático de la noticia. Como era de esperar, los medios de comunicación han hecho un acercamiento morboso y espectacular al tema. Lamentablemente, mi pueblo se hizo famoso (también lo recordaréis) hace más de un año como consecuencia de la chapucera "restauración" de una pintura de un "ecce-homo". Os enlazo la entrada que elaboré al respecto entonces y donde hacía una serie de reflexiones que, al hilo de lo sucedido ahora, me parecen más oportunas que nunca.

Esa fama y popularidad ha jugado negativamente para que la noticia todavía haya llamado más la atención. El "cura del ecce-homo" encarcelado por robo y acoso sexual. Casi nada. Me cuesta comprender que en este contexto a alguien le haya sorprendido cómo los periódicos y televisiones han dado difusión al tema. Es una factura que la popularidad así conseguida nos hace pagar ahora.

Otro asunto, mucho más importante, es la polarización que se ha producido en torno al hecho. Enseguida han circulado dos versiones, dos opiniones sobre lo sucedido. 

Una primera versión dice que el cura es un santo. Un hombre comprometido con los pobres, abnegado y sacrificado en su tarea y al que, por causa de su bondad e ingenuidad, ha sido engañado por un clan de delincuentes que primero se acercaron a él pidiéndole ayuda para sus necesidades y terminaron exigiéndole dicha ayuda mediante amenazas y extorsiones.

Otra versión se alinea con la identificación de los curas y la Iglesia como una entidad oscura, llena de asuntos turbios, envueltos en asuntos económicos y sexuales que se encargan de tapar enseguida. En esta versión este cura es uno más de los tantos que han utilizado su posición de poder para obtener favores sexuales (o al menos ha sucumbido a las "tentaciones carnales") y al descubrirse, ha intentado comprar el silencio mediante dádivas y utilizando el dinero de la parroquia.

Personalmente, ambas versiones me parecen, y así las defino, como "fáciles". Ambas dividen el mundo en dos: héroes o villanos, santos o depravados. No hay grises. Ambas obvian la complejidad del ser humano, llena de contradictorios matices y de aristas poliédricas. 

Y ambas versiones, sobre todo, juzgan. Buenos y malos. 

Por mi parte, no me identifico nunca con las versiones "fáciles" y huyo como de la peste de la posición de juzgar (en la que lamentablemente me encuentro a veces, quiero pensar que cada vez menos).

Tengo la suerte de poder ejercer el Trabajo Social, y ello me ha puesto en contacto con muchas situaciones difíciles, complejas, conflictivas y contradictorias, que me han descubierto lo mejor y lo peor del ser humano. Situaciones de sufrimiento en las que las cosas no son nunca como parecen. Donde los "malos" a veces son los que más actitudes positivas tienen y donde con los "buenos" no puedes construir nada útil. Situaciones donde los "débiles y pobrecitos" ocupan la posición de poder y control y los "fuertes" ven relegadas sus oportunidades. 

Y he aprendido que sólo desde una posición de neutralidad profesional puedes arriesgarte a comprender lo que sucede en esas situaciones para que tu intervención pueda servir para cambiarlas. Remarco lo de profesional, pues es un concepto bastante alejado de lo comunmente conocido como neutralidad, que tiene más que ver con no tomar partido y no comprometerse.

Por eso quiero huir de juzgar a este sacerdote. Veremos si al final ha cometido o no los delitos de los que se le acusa y si tiene o no que pagar por ellos. Como tampoco quiero juzgar a la familia que supuestamente le extorsionaba, y a los que parece ser que se les sitúa como reconocidos delincuentes. Ni siquiera quisiera juzgar a los medios de comunicación, ni el tratamiento que han hecho de la noticia.

Me entristece especialmente los juicios rápidos que oigo en relación al hecho. Que si "todos los curas son iguales", o que "esto pasa por ayudar a quien no se lo merece". Juicios preñados de (valga la redundancia) prejuicios, actitudes racistas y en general, bastante irreflexión.

Yo no quiero buscar culpables. Ya se ocupará la justicia de ello. Yo prefiero hablar de responsabilidades, y aquí todos tenemos una parte y en especial, los actores de este drama.

Y es mi parte de responsabilidad la que me lleva a señalar un aspecto que a mi me parece crucial en este caso y que entre otras cosas me ha llevado a elaborar y publicar este difícil escrito. Para mí el problema surge debido a la posición que ocupaba el cura, relacionándose con diversas familias para valorar sus necesidades, y desde su criterio, repartirles dinero para "ayudarlas". Según los medios de comunicación, realizaba una "encomiable labor" ayudando a los numerosos pobres que acudían a su casa y a los que repartía el dinero de la parroquia.

Esta posición, que no es exclusiva de este cura, es una arcaica forma de acción social que algunos creímos que podría erradicarse y que vemos con desesperanza cómo no termina de desaparecer, cuando no es manifiestamente potenciada.

En muchas ocasiones están movidos por la buena voluntad, pero no es menos cierto que en otras están impelidos por otro tipo de motivaciones que les llevan a confundir la satisfacción de su necesidad de sentirse buenos y útiles con la cobertura de las necesidades de los demás. En otras ocasiones, también es cierto, hay otros oscuros y egoistas intereses (obtención de favores, recogida de votos...). Como os digo, no se cuáles han sido las motivaciones concretas en este caso. Espero y deseo que hayan sido únicamente las primeras, pero no me corresponde a mí juzgarlas.

Lo que sí me interesa es señalar que, independientemente de las motivaciones, este tipo de actitudes son muy frecuentes y gozan lamentablemente de un gran prestigio social. Por ejemplo en la iglesia católica, o en la política. Curas y alcaldes que obvian cualquier proceso de reflexión compartida con otros, que ningunean cualquier valoración profesional y, desde su individualidad, deciden sobre el bien y el mal y se dedican al noble arte de "hacer el bien a sus conciudadanos". Naturalmente, lo que ellos entienden por hacer el bien. Que con demasiada frecuencia se convierte en daño, el cual dificilmente identificarán y que se revelará de formas insospechadas para ellos.

Tengo muchas heridas fruto de las peleas que he librado en muchas ocasiones contra este modelo.

Por eso me gustaría que de toda esta noticia saliese algo positivo. Tal vez aprendamos que ayudar a los demás no es "dar dinero a los pobres". Que cualquier ayuda a los demás ha de ser fruto de un proceso, de una valoración en la que se tengan en cuenta el montón de variables exógenas y endógenas que forman parte de una situación problemática. Aprovecho para señalar que hablo de procesos de ayuda, no de formas variadas de solidaridad o ayuda mútua.

Estos procesos de ayuda es una irresponsabilidad pretender construirlos desde la individualidad, al margen de las organizaciones o de los procesos formales que la sociedad y las instituciones han creado para desarrollarlos. En el caso de la política existen los servicios sociales públicos y en el caso de la iglesia católica hay incluso una institución específica creada para dicho fin: Cáritas. ¿Porqué a pesar de existir estos canales hay personas que prescinden de ellos y se lanzan individualmente a la tarea de intentar ayudar a los demás?

Pienso que estas personas creen que ayudar a los demás no es algo que tenga una especial dificultad. Total, consiste en escuchar los problemas y penurias de la gente (en el fondo es halagador que recurran a tí para ello), apiadarse de sus situaciones (cómo no conmoverse ante distintos dramas humanos, si además están presentados convenientemente) y desde la conmoción y conmiseración sentidas, proporcionar esa ayuda económica que el demandante te ha presentado como la solución a sus problemas y dramas.

Desde mi humilde opinión, creo que todo ésto ha sido un factor importante para que se haya dado este lamentable suceso. Tal vez si dejamos de una vez las formas caritativas e individuales de la acción social y las sustituimos por procesos de ayuda organizados basados en derechos y en justicia y no en la graciabilidad o en la pena, evitaremos que sucedan cosas como ésta y si este suceso nos hace reflexionar sobre ésto habrá servido para algo.

Porque erigirse en el salvador individual de algo o de alguien tiene muchos riesgos. Y para evitarlos, nada mejor que de algunos problemas se ocupe la tribu entera, y no un indivíduo suelto.

No se si lo conseguiremos. Mientras tanto, me atrevo a pedir a los que me habéis acompañado hasta aquí en este escrito, que no emitáis juicios sobre este asunto. Porque ayudar a los demás es fácil. Juzgar también. Sólo que a veces las cosas se complican y descubrimos que lo aparentemente fácil era muy difícil.

Es lo difícil de lo fácil.

lunes, 2 de diciembre de 2013

La inseguridad de los poderosos

El Gobierno acaba de aprobar el Anteproyecto de Ley de Seguridad Ciudadana. Por una parte, me parece una tropelía más de las que suelen perpetrar esta banda cuando los viernes se reúnen para hacernos un poco más infelices. Por otra me parece una norma que hacía mucha falta, incluso por lo que he leído se han quedado un poco cortos. Enlace.


http://www.flickr.com/photos/eneas/8219304540/
Sí, creo que se han quedado cortos. Y os lo explico, antes de que penséis que me estoy volviendo loco. Resulta que con esta Ley el Gobierno pretende "garantizar los derechos y libertades de los ciudadanos". Ahora bien, ¿de qué ciudadanos? 

Pues los de siempre. Las de los ciudadanos poderosos y enriquecidos. Los que mandan, los que no tienen que preocuparse por qué comeran mañana ni cómo calentarán sus casas. Los que saben que tienen asegurado el futuro de sus hijos, que podrán estudiar con los mejores medios y ocuparán trabajos bien remunerados sin tener que demostrar más mérito que el dinero de sus padres. 

Y a los demás... ¿quién nos defiende de toda esta poderosa gentuza? ¿Qué Ley garantiza los derechos y libertades de los desposeídos de casi todo? ¿Qué Leyes aseguran los supuestos derechos constitucionales de todos a la vivienda, al trabajo, a unos medios dignos de subsistencia? ¿Cómo nos protegemos de los verdaderos delincuentes, que nos están robando, esquilmando y extorsionando?

Porque hoy los delincuentes ya no atracan bancos, los dirigen. No van encapuchados, les sobra con sus trajes y corbatas de seda para asegurarse su botín particular con el dinero de todos. No portan armas, les basta con asegurar sus alianzas con los políticos, encantados de aprobar normas con las que asegurar sus mútuos privilegios.

Tampoco los drogodependientes consumen ya heroina en sucias jeringuillas, ni amenazan con ellas a los viandantes para conseguir el dinero con el que financiar su adicción. Hoy, henchidos de la mejor cocaina, nos atracan a todos desde los cargos que ocupan en los consejos de administración de las empresas que dirigen nuestras vidas. O con la falsa euforia y seguridad que les proporciona esa mezcla de poder y droga, toman en sus cargos políticos las decisiones que nos encarecerán un poco más la luz, la vivienda, los bienes de primera necesidad, al tiempo que esquilman nuestras cada vez más exiguas rentas.

Violadores y pederastas campan a sus anchas, en este mundo globalizado, viajando en primera clase hacia países donde cometerán sus fechorías mientras a la vuelta se les aplaudirá como adelantados empresarios, capaces de hacer negocios en lo que llaman economías emergentes.

¿Qúe Ley de Seguridad Ciudadana nos protege a todos de estos delincuentes, de estos drogodependientes, de estos pederastas? De estas alimañas que no están en las calles, sino en los hoteles de cinco estrellas, en los grandes chalets de urbanizaciones de lujo y en los ostentosos pisos del centro de las ciudades.

La Ley que acaban de aprobar no. No nos defiende del ataque a nuestros derechos y libertades que toda esta gente está haciendo.

Wang me recuerda que todo esto sucede cuando se pone al zorro a guardar a las gallinas. Pues a mí este gallinero me está pareciendo cada vez más inseguro.